El turismo religioso va ligado a la esencia de Cuenca. Presidiendo la Plaza Mayor se encuentra la Catedral de Nuestra Señora de Gracia, de estilo gótico con claras influencias francesas. Es la primera catedral gótica de Castilla, y recuerda vagamente la de Notre Dame de París, aunque sin torres. Vale la pena acercarse al Museo Tesoro en la parte de atrás de la catedral donde descubrir todo un legado artístico y religioso de gran valor: El Greco, Martín Gómez el Viejo, tapices y alfombras, orfebrería,…
La lista de enclaves de visita obligada continúa con la Iglesia de Santiago y San Pedro, en la Plaza del Trabuco, en la parte de alta de la ciudad; la Iglesia del Salvador, en el barrio del mismo nombre; el espectacular Oratorio de San Felipe Neri, proyectado para acoger a los miembros de esa institución religiosa; la Iglesia de la Virgen de la Luz, perfecto ejemplo de estilo rococó religioso; el Monasterio de la Concepción Franciscana, catalogado como Monumento Artístico Nacional; el Palacio Episcopal, que alberga el Museo Tesoro de la Catedral,
El Puente de San Pablo es el lugar perfecto para observar las Casas Colgadas (no Colgantes, a los conquense les irrita ese calificativo), la hoz del Huécar y antiguo Convento de San Pablo, hoy Parador de Turismo hacia las mágicas Casas Colgadas. El puente fue inicialmente edificado en piedra a mediados del siglo XVI, pero el deterioro provocó su demolición a finales del XIX. El actual puente es de hierro y es un ejemplo significativo de la arquitectura de la época. Tiene una altura de 40 metros y una longitud de 110 metros.
Las espectaculares hoces de los ríos Júcar y Huécar abrazan a Cuenca e introducen la naturaleza más pura en pleno casco de la ciudad. Forman dos cañones con una anchura que supera los 1000 metros y un desnivel de más de 200 metros en varias zonas. Los escarpes y la erosión provocada por ambos cursos fluviales han esculpido un paisaje muy espectacular.
Para disfrutarlas, existe un sendero registrado, el SL CU10, muy cómodo de seguir, que forma un itinerario circular que combina espacio urbano y medio natural alrededor del espectacular casco histórico, alternando calles de la zona urbana con sendas y caminos tradicionales. Se camina siguiendo los ríos Júcar y Huécar desde su confluencia en las inmediaciones del Barrio de San Antón en la parte baja, hasta el Barrio del Castillo en la zona más elevada.
En 1963 el casco antiguo de Cuenca y su entorno se declaran «Paisaje Pintoresco» y el 7 de diciembre de 1996 la ciudad antigua, sus arrabales y las Hoces son declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El punto más estrecho entre las dos hoces es el Arco de Bezudo, del siglo XVI. Accede mediante unas escaleras a la parte alta del arco para disfrutar de unas fabulosas vistas. Y ya que se está aquí, vale la pena disfrutar en los muchos bares y restaurantes de la gastronomía del lugar.
El Atascaburras o Ajoarriero Manchego, es una especie de paté compuesto por una mixtura de patatas, bacalao, pan rallado y ajo, con nueces y huevo cocido por encima. El morteruelo tiene una base de carnes de caza, aunque también se incorpora a veces gallina e hígado de cerdo. Las Gachas Manchegas es un plato con una aportación calórica importante sobre todo para los meses de frío. Está compuesto por harina tostada cocida en agua, a la que una vez removido se le añaden el aceite, la sal, el ajo, pimentón y panceta de cerdo. Se suelen servir con torreznos. Para postre, Alajú, de origen árabe, una pasta de miel y almendras elaborada con pan rallado y especias, cubierta con dos obleas a modo de torta. Acompáñalo con Resolí, un licor con una graduación de entre 16 y 18 grados, de café, anís seco o aguardiente, corteza de limón o de naranja, canela en rama, clavo, azúcar y agua.
No te vayas de Cuenca sin visitar la denominada Ciudad Encantada, un espacio natural a sólo 28 kilómetros, situado en la Serranía, que se caracteriza por sus curiosas formaciones rocosas esculpidas durante siglos por la acción del agua, el viento y el hielo. Muy cerca de ahí asómate al Ventano del Diablo, un mirador natural con dos agujeros excavados en la roca junto al cual serpentea el río Júcar. Las vistas son espectaculares.
Texto: Enrique Sancho
Fotos: Carmen Cespedosa y archivo