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Auschwitz

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Hace ya 80 años de la liberación del mayor campo de exterminio creado por los nazis. Un horroroso lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad, que diariamente recibe a multitud de turistas que llevan a gala la frase de “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”.

Si viajas a Cracovia, seguramente la más bella ciudad polaca y que cuenta con el merecido título de Capital Cultural de Polonia, sería imperdonable no desplazarte unos kilómetros para conocer Auschwitz, el mayor de los campos de exterminio construido por los nazis, convertido hoy en museo impresionante.

Durante el recorrido dos frases te marcarán. Una en uno de los viejos barracones de prisioneros: “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”, de George de Santayana; otra, “Arbeit macht frei” (El trabajo te hace libre), grabada en un arco metálico a la entrada que demuestra el cinismo y la mentira que presidía en aquel momento.

El paseo por el campo, visitado por un millón y medio de personas al año, se va haciendo cada vez más intenso hasta llegar al máximo horror. En los primeros de los antiguos barracones de presos se muestran fotografías y mapas que ilustran cómo se llevó a cabo la elección y construcción del campo. Luego vienen escaparates con algunos restos encontrados en el campo tras la liberación por el ejército soviético: toneladas de cabello humano, utilizados para hacer mantas, gafas, prótesis dentales, maletas, zapatos, ropa, incluso un apartado de artículos para los bebés… El final de visita es el llamado «Bloque de la Muerte», que conserva intactas las celdas de castigo y la habitación de los «Juicios», el lugar donde las ejecuciones eran «ejemplares», los crematorios y la cámara gas. Un espectáculo del horror y la degradación humana.

Pero también hay historias que levantan el ánimo como la del sacerdote franciscano polaco, Maksymilian Kolbe, que pidió cambiarse por un preso, con varios hijos, que iba a ser ejecutado. Sus carceleros lo condenaron a morir de hambre, pero al ver que no lo conseguían pasada, le dieron una inyección venenosa en el corazón. En el Pabellón de la Muerte se puede ver la celda en la que fue encarcelado. El Papa Juan Pablo II canonizó a Maksymilian estando presente el hombre al que salvó la vida.

Después de tanto horror, nada como relajarte por las calles de Cracovia, una ciudad dinámica y universal, antigua capital de Polonia y cuna y panteón de reyes. Cuenta con una de las universidades más antiguas de Europa, la Universidad Jagiellonski de 1364, y una treintena de museos, como el Museo Nacional.

La ciudad es un gran monumento que conserva la antigua estructura urbana que se trazó hace siglos. Su casco antiguo atesora numerosos monumentos históricos y más de 30 iglesias y sinagogas. Cada hora en punto, desde el siglo XIII, suena desde lo alto de la iglesia de Santa María en la Plaza del Mercado la misma melodía de una trompeta, en homenaje al vigía que alertaba la población de los ataques tártaros y que una flecha atravesó su garganta cuando estaba en mitad del toque.

La plaza es un conjunto arquitectónico de fachadas neoclásicas, portadas renacentistas y patios porticados del siglo XIV y XV. Destaca la Torre del Ayuntamiento, antigua prisión y hoy un animado café; en el lado opuesto, la iglesia de San Adalberto; diversos palacios como el de Potocki, históricas casas y el monumento a Adam Mickiewicz, el poeta polaco romántico más relevante. La Colina Wawel es otro rincón que ver, destacando la catedral y el castillo. Además Cracovia cuenta con numerosas murallas y edificios medievales.

Texto y Fotos: Enrique Sancho

Oficina Nacional de Turismo de Polonia/ Tel: 91 541 48 08/ www.polonia.travel