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Cuba, la perla del Caribe

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Cuba es la perla del Caribe, la mayor de las grandes Antillas. De su belleza da fe el Almirante Cristobal Colón, quien tras descubrir la isla de Guanahaní, a la que bautizó como San Salvador, arribó a las costas cubanas un 28 de octubre de 1.492, describiéndolas como “la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás”.

Cuando los españoles aún creían estar ante las puertas de Cipango, Sebastián de Ocampo dio la vuelta a la isla, en 1.508. En 1.513, los Reyes Católicos nombran a Diego de Velázquez de Cuéllar como adelantado y éste, en 1.514, encarga a Pánfilo de Narváez la fundación de San Cristobal de la Habana, originalmente ubicada en la costa sur de la isla, para luego, el 16 de noviembre de 1.519, trasladarse a su emplazamiento definitivo en el litoral norte, a resguardo de los huracanes caribeños, mirando al frente a Florida.

Precisamente a  Florida marchó Juan Ponce de León, en busca de la Fuente de la Eterna Juventud, aunque lo que encontró fue la muerte. También el gran navegante asturiano Pedro Menéndez de Avilés marchó a Florida, en busca de su hijo, naufragado, y lo que terminó es fundando San Agustín, la ciudad europea más antigua de los Estados Unidos y donde más tiempo ondeó la bandera hispana. Cuba fue lugar de paso para emprender nuevos descubrimientos, como es el caso de Hernán Cortés, quien tras hacerse con rica hacienda, abandonó su acomodada vida para emprender la gran aventura de conquistar un imperio, el azteca, y la fundación de un nuevo mundo, el Virreinato de Nueva España.

Esos siglos compartidos de Historia entre españoles peninsulares y ultramarinos han forjado un rico patrimonio histórico, cultural… que trasciende sus paradisíacas islas caribeñas; además de un crisol y fusión de razas – aborígenes, criollos, negros y mulatos-, que han cristalizado en el ser cubano actual, con su genio y su ritmo, que lo hacen tan singular y entrañable, y que no se rinde ante la adversidad.

Un país tan variopinto es imposible compendiarlo en unas pocas líneas, y desde luego, no basta con una visita para conocer su complejidad y múltiples atractivos. Sin duda, es la excusa perfecta para repetir visita. Pero cualquier viaje a la isla debe empezar, sin duda, por su capital, La Habana. 

Ciudad que debió enfrentar numerosos ataques piráticos, impulsados a menudo por las potencias hostiles a España. De hecho, Inglaterra consiguió doblegar a los defensores de La Habana y hacerse con el dominio de Cuba por breve tiempo. Es por ello, que la Monarquía hispánica emprendió la fortificación de la villa, siendo el popular castillo del Morro una de sus señas de identidad. Ese esfuerzo defensivo se siguió en otros territorios de Hispanoamérica, como es el caso de Cartagena de Indias, que tiempo después vería la épica derrota que nuestro Blas de Lezo, conocido como el “Medio Hombre”, infligió al arrogante almirante inglés Vernon.

La Habana vieja con su intrincado entramado de calles; la catedral y sus mansiones y palacios con su aspecto señorial, cuyas piedras no ha conseguido mancillas el paso del tiempo; el Malecón y sus magníficas puestas de sol; el Capitolio; bares como el Floridita o la Bodeguita de En medio, donde aún se respira la presencia del autor de “El Viejo y el Mar” y donde disfrutar de sus daiquiris; la flota de coches de los años cincuenta, un milagro de la mecánica que sólo el ingenio de los cubanos consiguen mantener en marcha… y todo ello, animado con el continuo deambular de los habaneros, que parecen impulsados por el son cubano y animados por un espíritu indómito.

Toda esa riqueza histórica y arquitectónica llevó a la UNESCO a declarar a La Habana, en 1.982, Patrimonio de la Humanidad, bien merecido reconocimiento a esta singular ciudad llena de encanto.

Desde La Habana merece la pena hacer una escapada a Viñals, en la vecina región de Pinar del Río, tierra donde se cultiva desde tiempo ancestral el tabaco. Sus valles salpicados de esas extraordinarias moles geológicas conocidas como mogotes esconden maravillas como el Mural de la Prehistoria, pintura que precisamente en uno de esos mogotes recrean la vida en tiempos pretéritos, o la Cueva del Indio, 300 metros de río subterráneo que se pueden recorrer en bote. Las vistas de los valles desde el Mirador de Los Jazmines son espectaculares.

La Villa de Santísima Trinidad es, al igual que La Habana, también Patrimonio de la Humanidad. Ciudad de larga tradición artesana, el paseo por su entramado de casas coloniales parece devolvernos al pasado. Y al pasado nos traslada la visita al Valle de los Ingenios, y con “ingenio” nos referimos naturalmente a los azucareros, uno de los grandes activos de la economía cubana, aún hoy en día.

Y la también muy colonial Cienfuegos es, sin duda, una de las que mejor ha sabido conservar su rico patrimonio, con su plaza mayor, en la que destaca su catedral.

Y del pasado llegamos al presente, en Varadero, pequeña villa, en cuyo derredor se han levantado una serie de complejos turísticos, donde los amantes del sol caribeño pueden disfrutar de sus paradisíacas playas, de arena finísima y practicar toda clase de actividades relacionadas con el mar, incluidas escapadas en barco a los cercanos cayos, como Cayo Blanco, entre otros.

Todo sabe a poco, por lo que se hace imprescindible volver a Cuba, si de verdad se quiere conocer esta maravillosa isla.

Texto y fotos: Fdo. Jesús Caraballo