Este mes quiero hablaros de dos cosas. Por un lado, contaros que el pasado 7 de septiembre iba yo emocionada a llevar a mis niños en su primer día de colegio. Un día lleno de emoción y alegría, -y no penséis que soy de esas de “por fin se van al cole”-, porque el primer día lo vivimos intensamente, como una fiesta. Pero, sin comerlo ni beberlo nos vimos metidos en un atasco infernal, algo que nunca nos había pasado.
Ingenua de mí pensé: ¡Pues sí que vienen niños con sus familias este curso! Hasta que me di de bruces con la realidad, ¡estaban en plena operación asfalto en Las Tablas! Pero no solo eso, sino que el día anterior, a un día de abrir las puertas a los alumnos de Primaria, -los de Infantil ya habían comenzado-, no se podía circular por las calles de las puertas de acceso al centro escolar.
Pero, ¿es que no han tenido tiempo los meses de julio o agosto para llevar acabo estos trabajos? Pues por lo que se ve no. Calles cortadas, cambios de sentido, ya no sabías por donde ir… y lo que normalmente tardas 10 minutos se convirtió en más de 40 minutos. Y lo que es peor, no solo el día 7, sino al siguiente, al otro, al otro… ¡Casi una semana! Desde luego, y perdonarme la expresión, me pareció una vergüenza que no hubieran previsto esto antes.
La segunda cosa, y ya rebajando un poco el malhumor, quería dedicarle unas palabras al que durante 17 años he llamado “mi conserje preferido de Montecarmelo”, sin menospreciar a ninguno de ellos.
Ay Felix, ¡si supieras cuánto me ha dolido enterarme, mientras repartía la revista, que nos has dejado! Me quedé tan plof que me tuve que volver a casa. Conserje en la avenida del Monasterio de Montesclaros desde prácticamente el primer día que entregaron esas urbanización, te has caracterizado por tu simpatía, -siempre sonriendo-, tu entrega al trabajo con vocación de servicio, tu cariño a todos los niños de esa comunidad, tu educación, y así podría seguir días y días.
Recuerdo como en la pandemia llamaba a tu hija Nieves y le preguntaba: ¿no estará yendo? Y es que ni ella ni Ricardo eran capaces de convencerte, casi hasta el final, que te tocaba descansar, que ya habías trabajado muchos años. También me viene a la memoria la primera nevada que vivimos en el barrio, juraría que fue por 2008. Como te gustaba cuidar hasta el último detalle, no me dejabas hacerte fotos hasta que el muñeco que habías hecho para los chavales tuviera su nariz de zanahoria.
Y todo lo que diste lo están recogiendo ahora tus hijos. Ese enorme cariño que siempre te tuvo la gente, y que te lo dijeron en vida, lo están sintiendo ellos y tu mujer. Sobre todo Richi, al que seguramente le costará muy mucho cada vez que entre por esa puerta de Montesclaros. ¡Se te va a echar de menos, que lo sepas!
Por lo demás vecinos, aquí sigo luchando y buscando una fórmula o alternativas posible. ¡A por ello!