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Zitus Madrid, número 171

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Madre mía, madre mía y nos lo queríamos perder. Cuando todos estábamos centrados en el “bicho” y en cómo iba a ser la vuelta de las vacaciones navideñas, llegó Filomena y nos dejó boquiabiertos. Como repito muchas veces, yo ya me encuentro un “alien” en la cola del supermercado y ya lo veo hasta normal. Lo que comenzó siendo una imagen bucólica de un paisaje nevado dio paso a un catástrofe total con barrios aislados, gente atrapada en sus coches o en sus lugares de trabajo, falta de suministros, árboles arrasados, y así un largo etcétera. Un panorama triste que se mitigaban, en cierta manera, viéndolo a través de los ojos de los niños que en un abrir y cerrar de ojos se tele transportaron a los mismísimos Alpes y disfrutaron como nadie. Como en otras catástrofes, -a mí me recordó a mi infancia cuando las famosas inundaciones en el País Vasco en 1983-, el ser humano volvió a ser el protagonista. Lejos de quedarse con los brazos cruzados, -aunque muchos sí lo hicieron mientras protestaban sentados en su sillón-, los vecinos de Sanchinarro, Las Tablas y Montecarmelo no dudaron en arrimar el hombro y salir a la calle para hacer un poquito más fácil la vida a los demás. Bien de manera individual, bien coordinados por sus asociaciones de vecinos, ampas o clubes, fueron muchos los que bajaron a la calle a quitar nieve, -algunos incluso hasta con sartenes-, abrir caminos a los centros de salud y hospitales, descargar peso de los árboles, ayudar al que desesperado no podía mover su coche, etc. Siempre he pensado que juntos somos más fuertes y que no hay que esperar a que vengan a ayudarnos, -que también es la obligación de quienes nos gobiernan, aún entendiendo que ni las mejores previsiones esperaban una nevada de tal magnitud-, si en nuestras manos está poderlo hacer. Claro ejemplo son los grupos improvisados de rescatadores al volante de sus 4×4, o aquellos que no tuvieron reparo en calzarse los esquíes e ir hasta la A1 a ayudar a los que quedaron atrapados en sus coches. Todo sin olvidar los detalles pequeños como esos vecinos que cuidaron a sus conserjes como si fueran familia, o empresas y gasolineras del barrio que abrieron sus puertas para dar calor al que lo necesitaba. En el caso de Zitus Madrid quiero agradecer a todos los vecinos que han sido mis ojos y mis manos y nos han enviado infinidad de fotografías, imposible publicar todas, para dejar testimonio de lo que estaba pasando en cada rincón. Gonzalo, Eduardo, Sandra, Cris, Esteban, José Manuel, Carmen, Esther, Jacinto, Ana, Ana Pilar, Perico, Alberto, Quino, Izaskun, Camuñas, Alejandro, Carol, Víctor, María, Irma, Lorenzo, Fernando, Ceci, Gonzalo, Paloma, Jon, Iván, Cecilia… y seguramente alguien me dejo. A todos ellos, gracias.