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Fray Marcos

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Fue uno de los 60 cocineros amateurs seleccionados de entre los 70.000 aspirantes que se presentaron al cásting de la undécima edición “MasterChef” y su presencia en el exitoso programa de televisión no ha dejado indiferente a nadie. Dominico venezolano de 45 años, Fray Marcos es vecino de Sanchinarro, siendo vicario de la parroquia San Pedro Mártir, más conocida como los Dominicos.

– ¿Cuándo vino a España?

– “En España llevo tres años y seis meses. Aquí he sido muy feliz porque tuvo lugar mi ordenación sacerdotal, algo que ni imaginaba. Fui muchos años fraile dominico, con mis estudios de Filosofía y Teología, pero mi idea era quedarme como hermano, al estilo de San Martín de Porres, bien sirviendo en portería, en la cocina que tanto me gusta o en la música, mi otra pasión. Cuando llegué, y tras pasar por el convento de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, me asignaron ir a Ávila en marzo de 2020, y a los pocos días se desató la pandemia, una circunstancia que hizo que yo viviera una especie de retiro espiritual prolongado”.

– ¿Y desde cuándo vive en Sanchinarro?

– “En noviembre de 2021 se nombró un nuevo párroco, Fray Pedro Juan, quien durante una visita que hice a Madrid me dijo que necesitaba un vicario. Me vine un 4 de diciembre del año 2021 y estoy de vicario del superior, encargado de la misa de las 20’30 de la juventud”.

– ¿Cuándo se ordenó?

– “Estando en Ávila en el monasterio, se me encendió la llama al conocer más de cerca a Santa Teresa de Jesús, la gran doctora de la iglesia, una mujer atrevida y feminista de su tiempo. ¡Ella sí que era influencer! También descubrí a Santa Catalina de Siena, dominica como yo. Santa Teresa me cautivó tanto que me acercó más al Señor, al sacerdocio. Llegó un fraile de Roma que quería ordenarse, y con su entusiasmo di el último paso y lo hicimos juntos, en plena pandemia, alejado de mi familia, pero feliz”.

– ¿Suele hacer vida de barrio? ¿Qué es lo que más le gusta de Sanchinarro?

– “Tengo familia amigas y conozco el barrio, el centro de salud, peluquerías, odontólogo, el centro comercial. A Las Tablas voy al gimnasio y a saludar a familias venezolanas y colombianas que me invita a cocinar a sus casas, -y últimamente a restaurantes para que les haga la réplica de esos platos-. Hago vida de barrio y me gusta de Sanchinarro porque es amplio, tenemos comercios, rutas para caminar, otra de mis pasiones. Estas en medio de la ciudad pero parece que vives a las afueras”

– ¿Nota un acercamiento de los feligreses a su parroquia tras su paso por MasterChef?

– “Sobre todo en misa la misa de los domingos las 20’30. Antes venía gente pero desde el programa se está poniendo a reventar. Me he quedado asombrado, hay gente de pie en el coro, hay gente por los bancos de pie, incluso los frailes que se dan alguna vuelta a esa hora dicen, no sé si en broma, que como esto siga así vamos a tener que poner pantallas fuera. Vienen tanto jóvenes como parejas de novios”.

– Si tuviera que quedarse con un momento de su participación en el programa, ¿con cuál se quedaría?

– “Cuando estoy cocinando. Cuando tenía el delantal negro, que era la eliminación y la prueba fuerte, yo disfrutaba muchísimo, como cuando se acercaban los jueces, o el chef invitado, a la mesa de trabajo y te daban una leve recomendación, pero te fijabas en sus rostros para saber si ibas por buen camino. Eran momento muy bonitos pero de mucha tensión porque ese día se va a alguien, y fuese quien fuese siempre era doloroso”.

– ¿Qué le ha aportado MasterChef y qué ha podido aportar usted?

– “El programa me ha aportado crecimiento en la fe y la maduración espiritual. Un fraile de aquí dice: ¿Cuántas veces callé que tenía que haber hablado, y cuántas veces hablé que tenía que haberme callado? ¿Por qué en muchas ocasiones Cristo se quedaba callado, como cuando estuvo ante Pilatos? Porque el silencio habla más y dice más del que está insultando. Aparte del conocimiento culinario, el programa me ha aportado el autoconocimiento de mí mismo, el poder quedarme en silencio cuando sufría algún tipo de atropello verbal despectivo por el hecho de ser fraile, porque ya sabemos cómo están las cosas con la iglesia o con los sacerdotes. Yo lo he sufrido con comentarios del exterior las dos o tres primeras semanas, donde hasta se me insultaba y calumniaban y me acordé de esa frase del fraile. Aportar yo, quizás ese acercamiento de la iglesia a los que muchas veces antes creyeron y ya no, o perdieron la fe o la vida sacramental. Me traigo buenos recuerdos de gente que se acercó a decirme: padre usted hizo recuperar mi fe”.

– ¿Por qué cree que le ha cogido tanto cariño el público?

– “Quizás por ver la presencia de un fraile que se muestra como lo que es, un hombre que ha decidido seguir al Señor, que no cocina mejor ni peor que el resto, que habla de Dios sin pronunciar su nombre, que evangeliza sin pretender conquistar ni imponer nada, o porque han escuchado algo que querían escuchar y que le pidieron a Dios hacía mucho tiempo y que llegó como una respuesta acertada. Cuando me despedí dije que Dios llega a tu vida como una suave brisa o un viento huracanado que te estremece. Y a lo mejor yo he sido eso para mucha gente, tanto una suave brisa que da paz, como una palabra que los haya podido estremecer”.

– ¿Le exigen ahora más en la cocina sus hermanos de la Parroquia?

– “Aquí los hermanos son mayores y están acostumbrados a la forma de cocinar del cocinero que tenemos, y como tengo tantas ocupaciones no tengo ni tiempo, ni ellos se acostumbrarían a otra forma de cocinar. Pero sí cuando he hecho algo en casa de amigos y les traigo para que prueben me quedo mirando esperando su veredicto, como si fueran Samantha, Jordi y Pepe, y como ellos se han vuelto un poquito exigentes”.

– ¿Cómo se definiría?

– “Como el título principal que tengo “ser hijo de Dios”, lo que me hace ser hermano de mucha gente. Mi maestro de novicio decía: hermano de todos, amigo de pocos, complicidad de nadie. Yo he tratado que mi vida sea así. Soy un hombre inquieto que escucha, algo que he desarrollado desde que era fraile joven, llegando incluso a asumir a veces papel de psicólogo con mucha gente, sobre todo parejas. También me defino como buen hijo, buen hermano, buen amigo y sobre todo buen cocinero”, concluye entre risas.

– Acaba de recibir el premio Educatio a la Presencia Pública 2023 de la Fundación Educatio Servanda. ¿Qué ha significado para usted?

– “Ha sido una motivación y creer mucho más en la bondad de la humanidad. Hay mucha alma buena queriendo hacer las cosas bien. La Fundación no se preocupa, sino se ocupa, ya son 16 o 17 colegios y están dando frutos muy buenos. Cuando conoces fundaciones como esta o como los otros premiados y escuchas sus testimonios, me reafirmo en que otro mundo sí es posible”.

– ¿Periodista y locutor de carrera o de vocación?

– “De carrera y por vocación. Me encanta y siento que tenemos una gran responsabilidad en la reeducación de la sociedad, estemos donde estemos. Muchos locutores no son conscientes de que estar frente a un micrófono reviste y requiere de formación e información. Cristo no llama al más capacitado, pero sí capacita al que llama. Debemos ser conscientes del grado de compromiso y de lo delicado que es estar frente o detrás de un micrófono o de una cámara. Yo siempre he sentido esa vocación por la responsabilidad que tengo socialmente hablando”.

Antes de su participación televisiva, Fray Marcos ya compartía sus recetas y pensamientos a través de su perfil de Instagram @miamigoelfray, en el que tiene más de 22 mil seguidores.

– ¿Son ahora mismo las redes un buen lugar para evangelizar?

– “Siempre hay buenos lugares para evangelizar, aunque sean diferentes escenarios y contextos. ¿Qué hubiera hecho Cristo, Santo Domingo de Guzmán, nuestro fundador, o Santa Teresa con las redes? Ellos también tuvieron su púlpito, sus escenarios. Las redes sociales son una gran oportunidad para llegar a muchas almas. Los jóvenes no van a venir a las puerta de los conventos, ahora la puerta que tocan son las redes sociales, donde muchos se entretienen en tonterías, pero hay una masa importante que están buscando respuestas a través de ellas. Estoy seguro que sí más religiosos y predicadores se sumaran a que las redes sociales sean un púlpito importante, podemos hacer de esto un lugar súper, súper bueno para sembrar la semilla”.

– ¿Y la clave de su éxito en redes?

– “En no saberme protagonista, ni un youtubers o instagramer. Busco evangelizar sin herir, sin obligar a que crean en lo que yo creo, sino que se note a través de una vida, que se refleje con hechos. Las palabras conmueven pero el testimonio arrastra. Puedo decir una frase que guste, pero si no me ven sonriente, si no me ven pleno, enamorado de lo que soy más que de lo que tengo, poco éxito va a haber allí”.

– Hablemos de proyectos. ¿Qué está cocinando en su mente?

– “Estoy con un proyecto que se llama PredicoCinando, la unión de mis pasiones: la predicación, la cocina y la comunicación. Tengo que ponerme a trabajar en ello, estoy buscando los recursos, buscando medios de comunicación, que hay algunos interesados en que esto se lleve a cabo. Pero no para vanagloria mía sino de Dios y para el bien de muchas almas y de una sociedad que a veces se aleja de escudriñar su dimensión espiritual”.

– Por último, ¿qué siente cuando le llaman el capellán de la alta cocina?

– “Me lo me lo pusieron en la cadena 13 de COPE, me sorprendió y  me agradó. Me gustaría ser un capellán de alta cocina de algún restaurante para seguir aprendiendo, pero sobre todo ser el capellán de la cocina del corazón de cada uno. Siempre digo cuidado con lo que le estamos poniendo a la receta de la vida, porque la vida es una receta y hay que ponerle ingredientes que vayan haciendo un buen guiso. Como se dice en la palabra de Dios, nosotros somos el luz y sal, y si la sal se vuelve sosa ¿quién la salará? Estamos llamados a ponerle sabor a la vida, como dice Samantha y los jueces en Masterchef. El sabor a la vida se le pone no haciendo daño a los demás, pero comenzando con no hacernos daño a nosotros mismos”.