Desde el 1 de marzo a mediados de abril de 2020, mi vida estuvo en las manos de todo un equipo de personas en el hospital Ramón y Cajal hasta llegar a restaurar las alas de mi aliento vital y poder así seguir volando en la vida.
Escribo estas líneas con el deseo y la emoción de honrar vuestra dedicación a los enfermos dando un beso a cada paso y decisión que habéis tomado en vuestras vidas, desde la infancia aprendiendo las primeras letras, a los pasos que dais, yendo de un lugar a otro, en ese lugar tan lleno de humanidad al que llamamos hospital.
Durante 29 días estuve en una situación muy grave en la UCI, de los que no fui consciente, aunque recuerdo, al comienzo, de algunos momentos de lucidez en los que me daba cuenta de la enorme dificultad en la que me encontraba. Después me llevaron a Cuidados Intermedios en donde estuve otros 10 días y fui recuperando la consciencia, para ser trasladado a una habitación de la planta de neurología. Una semana después estaba en casa con oxígeno y recuperándome poco a poco, seguido telefónicamente por mi médica de familia y la enfermera. Y aún sigo recuperándome.
Quiero rendir un homenaje a todas y cada una de las personas dedicadas a velar por la salud de sus semejantes, qué es lo más hermoso de nuestra condición humana: médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, personal de cocina, administrativos, personal de limpieza, labor esta última tan importante en un lugar tan esencial.
Salí de la UCI con las capacidades cognitivas muy mermadas, porque los médicos le decían a mi esposa que no respondía a los estímulos más básicos. Fui afortunado llegando a recuperar mi consciencia y la fortaleza suficiente para desear esforzarme por mejorar mi calidad de vida y superarme como persona ayudando, del mejor modo que pueda y sepa, a los demás.
Para que el amor, -que he tenido el privilegio de tocar con la yema de los dedos en vuestra dedicación y entrega, y de tantas y tantas personas en el hospital Ramón y Cajal-, salga victorioso en este combate, os escribo estas líneas llenas de cariño, tan necesario como el oxígeno que llega a las células, para abrir una ventanita a la luz del misterio del sentido de nuestras vidas.
Recibid toda mi solidaridad y apoyo para que tengáis mejoras en la estabilidad y valoración de vuestros empleos y la calidad en su desempeño. Me pongo a vuestra disposición para cualquier tipo de colaboración en trabajos del hospital cuando mi completa recuperación me lo permita.
Os doy las gracias – la palabra se queda pequeña – por poner en riesgo vuestras vidas para salvar la de tantas personas, y por el cariño que distéis a mi esposa, sin sus cuidados y dedicación yo no estaría recuperándome como lo estoy haciendo. ¿Qué sería de nuestras células sin amor, ni ternura?
Os pido perdón por mis rebeldías e impaciencia. Me distéis y aprendí muchas lecciones en mi estancia en el RyC, espero estar a la altura y saber aprovecharlas en lo que me reste de vida para ser mejor persona.
Recibid cada uno un beso lleno de ternura en vuestras frentes poderosas donde albergáis, en su interior, la pasión de vivir en la plenitud del servicio a la vida humana.
Os llevo en mi corazón”.